FERMIN REYES ALEGRE
Fermín Alegre, conocido artísticamente por Fermín Reyes Alegre, nació en Santa Eulalia del Campo (Teruel) el día de Reyes de 1958 en el seno de una familia donde se vivía, de forma muy intensa, la creatividad, lo que marcó una impronta. Padre y tíos artistas, sin duda, le influyeron.
Cuando su familia tuvo que emigrar a Burjassot, por imperativos económicos, en el año 1965, Fermín tenía siete años. Posteriormente, continuó formándose en tierras valencianas asistiendo a la Escuela de Artes y Oficios, y completó su preparación artística acudiendo a academias y presentándose por libre a Bellas Artes. Fue alumno desde 1970-1974 de la Escuela de Artes y Oficios de Burjassot y tuvo como profesor, entre otros, a José Barat Novella.
En 1974 participó por primera vez en una exposición. La muestra tuvo lugar en la antigua Biblioteca Pública Municipal de Burjassot con motivo del concurso que la misma convocaba. Es, por tanto, un pintor que se ha formado en nuestro pueblo y con el cual ha creado una relación muy íntima.
De 1975 a 1980 vienen los años de la reflexión, del estudio de los maestros, de la experimentación en técnicas diversas, de escoger las preferencias, de configurar un lenguaje propio. En 1981 se produce como una fulguración artística, el pintor cuenta desde su estudio todo lo que le ha pasado en los últimos años: participa en nueve exposiciones, su obra obtiene un reconocimiento amplio de los diferentes jurados, destacando, entre otros, el segundo Premio de la Exposición de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Desde entonces no ha parado.
Sus primeras obras tienen un aire impresionista, pincelada suelta, joven y provocadora. Sigue una evolución aleccionado por los pintores que más admira: Rembrandt, Velázquez. Observamos en sus trabajos la preocupación por la luz, por el espacio y su representación perspectiva, por el cuadro dentro del cuadro y por la reflexión de la imagen delante de un espejo. Goya, la fuente de todos, también le marca. Y por su oficio, por su virtuosismo, y por su intención está muy cerca de pintores como Eduardo Naranjo y Antonio López.
También dibuja y pinta el paisaje de Burjassot, motivado por la proximidad sentimental, porque le envuelve, y porque forma parte de sus sensaciones y de su reflexión pictórica.
Sus pinturas son realistas; principalmente retratos y naturalezas plantean siempre un diálogo. De hecho, la pintura de Fermín Reyes Alegre no se limita a reproducir la realidad material sino que establece un mensaje íntimo e inteligente con el observador, sobre todo a partir de un momento en que se replantea, y abandona, la pintura complaciente.
“Pintar es mirar el mundo. Pintor es aquél que sabe elegir un punto para la visión, el que se sitúa de tal manera que lo mirado parece nuevo, ofreciéndonos otras posibilidades de mirar lo visto.
Gabriel Celaya decía que la poesía es un arma cargada de futuro. Eso mismo pienso yo de la pintura, aunque su futuro en este nuevo siglo que nos ha venido encima sea bastante incierto. Soplan malos tiempos para la lírica y también para la plástica.
Inmersos en la era de la cibernética, de la imagen por la imagen, los pintores debemos encontrar nuestro sitio en este nuevo mundo, reubicarnos. Tantos siglos aquí, dándole honestamente a la brocha y no van a venir ahora unos niñatos de Sillicon Valley a darnos un puntapié.
Concibo la pintura como un compromiso y, como decía el poeta, hay que meter las manos en ella hasta mancharse. De nada me sirve un estético cuadro si aparte de eso no me inquieta, no me hace pensar. Ha de haber algo en toda pintura, al margen de su belleza, que nos remueva las tripas y las neuronas, y si es necesario, también el corazón. Hay que atender a la forma, pero también al fondo. Su contenido, sus giros, sus sutilezas nos van a descubrir un mundo que nos niega a menudo la belleza más patente. Un cuadro es como un lápiz de madera, si no le sacamos punta de nada nos va a servir. Yo intento ofrecer algunos lápices, encargándose los espectadores de afilarlos con su propio sacapuntas.”